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La piscina es eterna

Hace como cinco minutos revisé la hora. 4:30 pm. Si me dedico a correr hasta llegar a la piscina puedo alcanzar a nadar unos 500 metros. Tal vez 400. Como 20 vueltas. Pero de verdad odio correr. Y el encargado del curso siempre llega tarde. Camino rápido, mejor. Lo suficiente para alcanzar a nadar lo mínimo necesario en un entreno. Dejo las mochilas acá. Están llenas de cosas innecesarias de todos modos. Me limito a cargar (en la mochila menos estorbosa) las respectivas herramientas natacionisticas: calzoneta, lentes, gorra, toalla, y ¡mierda! olvidé las sandalias. Me da pánico pensar en caminar descalza por el piso del vestidor. Siempre me toca nadar después del horario para niñas, y el piso se pone resbaloso, y café. No quisiera ir sin mis sandalias, pero ya falté como tres veces esta semana. Va. Me quedo con los tenis todo el rato, y me los vuelvo a poner al salir, aunque se empapen. A veces toca, y cuando toca, toca. Voy caminando por el corredor, que me lleva al jardín, que me ll

Se me cayó una costra

  Se me cayó una costra. Como quien dice ya estuvo. Podés seguir sin mí. Sanaste suficiente. Pero me miro la mano y pienso maldita costra. ¿Por qué te vas? Me dejaste un puntito de sangre. Me curaste y no la herida. Ahora anda aquí todo al aire libre. Se me van a meter los monstruos. Me van a rastrear por el olor a hemoglobina. Se van a comer el chile relleno que tengo por corazón. Y mi pobre mano. Ahí con su agujero. También se le entra el chiflón. Y los monstruos harán de mis entrañas un hogar. Y una fiesta de invierno. Habrán trajes coloridos y peludos. Bailarán la música alegre de mis adentros. “Los Cadillacs tocando para vos” dirán al unísono. Y tocarán sus guitarras y baterías invisibles. Entonces las patrullas de defensa inmunológica se despertarán. Saldrán de sus cuarteles. Cancelarán la fiesta. Habrá persecución. Los monstruos defenderán el hogar. Y rayaran mi pellejo con graffiti subversivo contra su criminalización. Y no me quedará más que arrancar el resto de costras y decl